Los astrónomos sospechaban que estrellas de paso podrían alterar las órbitas de los objetos de la nube de Oort, pero nunca lo habían visto hasta ahora.
Representación de la nube de Oort, una inmensa «escombrera» que rodea al sistema solar interior
Muchos astrónomos lo sospechaban desde hace tiempo, pero nadie había podido confirmarlo. Ahora, un equipo de investigadores polacos ha conseguido, por primera vez, identificar dos estrellas cercanas «lanzando» cometas directamente hacia nuestro Sistema Solar. El inquietante hallazgo se publicará próximamente en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, pero puede consultarse ya en el servidor arXiv.org.
Los astrónomos consiguieron identificar a las dos ««culpables» después de estudiar con detalle los movimientos de otras 600 estrellas cercanas, todas ellas a una distancia máxima de 13 años luz del Sol. El hallazgo valida así una teoría que tiene ya más de medio siglo de antigüedad.
La escombrera del sistema solar
En las fronteras mismas del Sistema Solar, mucho más allá del último planeta conocido, se amontona una inmensa cantidad de objetos de todos los tamaños, conocida cono Nube de Oort. Se trata de una auténtica «escombrera», el material que sobró tras la formación de los planetas de nuestro sistema y que ahora lo rodea por completo. Se estima que la nube de Oort es una esfera que se extiende desde una distancia de cerca de 300.000 millones de km (66 veces la distancia a Neptuno) hasta casi 15.000 billones de km del Sol.
Desde hace décadas los astrónomos creen que de ahí proceden la mayoría de los cometas «de periodo largo», que son los que tardan más de 200 años en completar una órbita alrededor del Sol. El cometa Hale-Boop, por ejemplo, con su órbita de 2.500 años, es uno de los más conocidos.
¿Y si una estrella pasa cerca de la nube de Oort?
Sin embargo, y desde el mismo momento en que Jan Oort propuso por primera vez la existencia de la nube en la década de 1950, los astrónomos sospechan que, de vez en cuando, una estrella que pase por sus inmediaciones podría «capturar» algunos de esos objetos y enviarlos después a toda velocidad hacia el sistema solar interior, donde se encuentra la Tierra. Los científicos llevan ya varias décadas tratando en vano de encontrar pruebas de esos «bailes estelares», sin éxito hasta ahora.
El nuevo estudio describe cómo los astrónomos del Instituto de Observación Astronómica de la Universidad Adam Mickiewicz, en Polonia, calcularon las trayectorias de cerca de 650 estrellas, que compararon después con las órbitas de 27o cometas de periodo largo. Para ello utilizaron los datos del catálogo de la misión Gaia, que contiene mediciones precisas de unos 1.700 millones de objetos astronómicos, en combinación con los datos de campañas de observación como Pan-STARSS, que se dedica a la búsqueda de asteroides, cometas y otros pequeños cuerpos del sistema solar.
Parejas de estrellas y cometas
Con los datos en la mano, los investigadores crearon modelos informáticos de las posibles parejas «estrella y cometa», con el fin de rebobinar sus trayectorias y reproducir así sus historias. Lo consiguieron eliminando del modelo una estrella tras otra, para comprobar si al hacerlo cambiaba de forma significativa la órbita del cometa asociado. Si el cambio se producía, significaría que esa estrella se había asociado gravitatoriamente al cometa.
«En nuestro estudio -afirma Rita Wysoczańska, autora principal de la investigación- descubrimos solo dos casos en los que esto sucedía, pero resulta que observamos docenas de cometas cada año. En estos momentos, podemos decir que el mecanismo propuesto por Oort no es suficiente para generar todos los cometas que observamos».
Por supuesto, también sería posible que la fuerza gravitacional combinada de estrellas más distantes fuera suficiente para impulsar los cometas a órbitas de largo periodo, impulsándolos hacia el interior del Sistema Solar, donde los planetas también influirían en su órbita. Ahora, los investigadores esperan que una nueva publicación de datos de Gaia les ayude a arrojar más luz sobre las relaciones que existen entre las estrellas de nuestro entorno y los cometas.
Fuente: ABC