El astro, uno de los más veloces jamás observados, se mueve a 2 millones de km/h. Los investigadores creen que se cruzó con un agujero «de masa intermedia» cientos de miles de veces más masivos que el Sol y nunca vistos hasta ahora.
Un equipo internacional de astrónomos acaba de hacer un descubrimiento fascinante: una joven y brillante estrella escapando a toda prisa de nuestra galaxia. Y además a una velocidad de más de dos millones de km/h, lo que la convierte en una de las estrellas más veloces jamás observadas.
¿Qué ha podido pasar para que esta estrella huya tan rápidamente de su «casa», a pesar de la enorme gravedad de la Vía Láctea? Según el estudio publicado por los científicos en Astronomy & Astrophysics, lo que ha pasado es que el joven astro se buscó una muy mala compañía, la de un agujero negro muy hambriento. Y de un tipo, además, nunca visto hasta ahora.
La estrella, llamada PG 1610+062, fue observada por primera vez cruzando rápidamente el cielo durante una observación astronómica en 1986, aunque desde entonces poco se había vuelto a saber de ella. Ahora, los autores del estudio, astrónomos del observatorio W. M. Keck, en Hawái, han tenido ocasión de observar con más detalle a la fugitiva. Y han confirmado que está abandonando el disco galáctico a una velocidad que la convierte en una de las estrellas más rápidas vistas hasta ahora.
El equipo, en efecto, ha calculado que el joven sol se mueve a cerca de dos millones de km/h, lo que no es suficiente para escapar por completo de la gravedad de la galaxia, pero si lo bastante rápido como para abandonar el sistema solar al que pertenece y perderse en el espacio interestelar.
Patada gravitatoria
Existen varios modos de explicar cómo una estrella puede llegar a ser expulsada de su sistema de origen. La más corriente es que formara parte de un sistema binario (dos estrellas que orbitan alrededor de un centro de masa común), y que su compañera haya estallado como supernova o haya sido absorbida por un agujero negro supermasivo. En ambos casos, la estrella restante podría recibir una «patada gravitatoria» tan repentina y enérgica que saldría disparada de su sistema nativo, o incluso de su galaxia.
Pero el caso de PG 1610+062 es diferente. A juzgar por la velocidad, la masa y el probable origen de la estrella (rastreado por los astrónomos hasta el brazo espiral Sagitario de nuestra galaxia), parece poco probable que nuestra fugitiva se acercara lo suficiente al agujero negro supermasivo del centro de la Vía Lácter y viera allí cómo su compañera era engulllida por él.
Si hubiera sido así, además, nuestra estrella se estaría moviendo mucho más rápido aún de lo que lo hace. En vez de eso, los investigadores creen que PG 1610+062 debió de cruzarse con algo mucho más extraño: un agujero negro de masa intermedia, con unos pocos cientos de miles de veces la masa del Sol, y no con varios millones de veces como es el caso de los agujeros negros supermasivos. (Sagitario A*, el agujero central de nuestra Vía Láctea, tiene una masa equivalente a la de cuatro millones de soles).
Más pruebas
Se da el caso de que hasta ahora nadie ha encontrado aún pruebas convincentes de que tales agujeros negros existan. Conocemos los de «masa estelar», que reúnen en pocos km la masa de varias decenas de soles; y también los supermasivos, en el centro de las galaxias y que tienen masas que pueden llegar a ser miles de millones de veces superiores a la del Sol. Pero nadie ha visto aún un agujero negro de masa intermedia.
La estrella fugitiva no es, aún, una prueba convincente de la existencia de estos agujeros negros, pero refuerza la posibilidad de que esos «monstruos» de cientos de miles de masas solares estén realmente «ahí fuera». Ahora, asegura Andreas Imgang, autor principal de la investigación, «la carrera por encontrarlos ha empezado».
Fuente: ABC