Científicos han trazado un mapa de la radiación sobre el satélite de Júpiter para averiguar dónde será más fácil detectar posibles señales de seres vivos en futuras misiones.
Europa, un frío satélite de Júpiter solo un poco más pequeño que nuestra Luna, es actualmente uno de los lugares más prometedores donde buscar vida extraterrestre en el Sistema Solar. Este mundo parece esconder un océano subterráneo, bajo una corteza de hielo, que almacena mucha más agua que la que hay en toda la Tierra. Además, allí se ha detectado la presencia de moléculas orgánicas y de interesantes «géiseres», que expulsan agua de los océanos al espacio, motivos por los cuales la NASA prepara el lanzamiento de la misión «Europa Clipper», a partir de 2022. El objetivo no será detectar seres vivos (porque hacerlo probablemente requeriría aterrizar allí y perforar el hielo), sino averiguar si esta luna podría albergar vida, al menos tal como la que conocemos.
Pero en Europa hay un grave problema para detectar las posibles huellas de seres vivos, las moléculas orgánicas: el incesante bombardeo de radiación proveniente de Júpiter. Este gitantesco planeta gaseoso es una gran dinamo rodeada por un campo magnético: este actúa como una «jaula» para partículas cargadas y crea un potente cinturón de radiación, mucho mayor que el de Van Allen, en la Tierra, que bombardea con partículas de alta energía la superficie de Europa y que degradan los posibles vestigios orgánicos. Sin embargo, un estudio que se acaba de publicar en Nature Astronomy ha revelado que, como mucho, a apenas 20 centímetros de la superficie helada de Europa, el hielo es capaz de amortiguar la radiación de Júpiter. Por eso, en teoría bastaría con rascar la superficie de Europa para detectar moléculas orgánicas y huellas supuestamente dejadas por formas de vida.
«Si queremos comprender lo que ocurre en la superficie de Europa y cómo está relacionado con el océano bajo ella, necesitamos entender la radiación», ha dicho en un comunicado de NASA Tom Nordheim, coautor del estudio e investigador en el Laboratorio de Propulsión a Chorro («JPL») en Pasadena (California).
Con esta finalidad, los investigadores han usado los datos de dos vetustas naves, la Voyager 1, ya fuera del Sistema Solar, y de la Galileo, destruida en Júpiter en 2003, para trazar un mapa de las zonas de Europa más castigadas por la radiación. Además, han hecho pruebas de laboratorio con aminoácidos, para tratar de averiguar cómo les afecta la radiación de Europa a varias moléculas orgánicas. Así han averiguado a qué profundidad el bombardeo de partículas energéticas no es capaz de destruir las potenciales huellas de vida.
Un mapa de la radiación
Así han averiguado que las zonas más castigadas por la radiación de Júpiter están en el ecuador de Europa, y que alcanzan una extensión comparable a la mitad de este mundo. Por otra parte, las áreas más protegidas están en los polos. Este trabajo también ha revelado que las moléculas orgánicas sobreviven bajo los primeros 20 centímetros en las zonas más castigadas y bajo el primer centímetro en las situadas más a cubierto.
«Esta es la primera predicción de los niveles de radiación en cada punto de la luna Europa y una fuente de importante información para futuras misiones a Europa», ha dicho Chris Paranicas, otro coautor del estudio e investigador en el Laboratorio de Física Aplicada Johns Hopkins, en Laurel, Maryland.
Este tipo de información podría ser crucial a la hora de diseñar las misiones que tratarán de analizar la habitabilidad de Europa (es decir, su capacidad de albergar vida). ¿Dónde sería más sencillo encontrar huellas de vida? ¿Dónde serían destruidas esta de forma más rápida?
«La radiación que bombardea la superficie de Europa deja una huella dactilar», ha dicho Kevin Hand, coautor del estudio e investigador en el proyecto «Europa Lander», que trabaja en el diseño de una misión para aterrizar en la luna de Júpiter. «Si sabemos cómo es esta huella dactilar, podemos entender mejor la naturaleza de cualquier molécula orgánica o huella de vida que pueda ser detectada en futuras misiones». De esa forma, será más fácil detectar dichas señales en el futuro.
Evidentemente, esto es crucial para la misión «Europa Clipper», de la NASA, que se lanzará a partir de 2022 y que tendrá como finalidad sobrevolar Europa en al menos 45 ocasiones. Sus objetivos serán tomar fotografías y analizar con radares, espectrómetros y detectores de plasma la composición de la superficie, el océano y, sobre todo, de los materiales liberados al espacio desde su interior a través de los «géiseres».
De hecho, en la actualidad el equipo de desarrollo de la misión «Europa Clipper» ya está trabanjando en el diseño de órbitas y rutas más idóneas para evitar la potente radiación de Júpiter.
Fuente: ABC