Por Daniel Marín
El 15 de noviembre de 1988 el transbordador soviético Burán realizó su primer y único vuelo sin tripulación, que, al mismo tiempo, fue el segundo y último vuelo del cohete gigante Energía.
Los encargados del programa decidieron lanzar el Burán, a pesar de que la nave no estaba totalmente a punto —no llevaba sistemas de soporte vital ni mandos para la tripulación, pero tampoco otros sistemas importantes del vehículo—, para dar a conocer el proyecto al mundo antes de que fuese cancelado por Mijaíl Gorbachov.
El programa Energía-Burán había nacido a principios de los años 70 fruto de un malentendido y de la mentalidad paranoica de la Guerra Fría. En Estados Unidos la NASA estaba desarrollando el transbordador espacial con ayuda financiera del Pentágono y los militares habían jugado un papel clave a la hora de decidir las dimensiones de la bahía de carga del shuttle, que debía acomodar satélites espías de gran tamaño como el KH-9 Hexagon.
La participación del Pentágono desató el pánico en Moscú y los militares soviéticos llegaron a la conclusión de que el shuttle podría ser usado como arma en un ataque nuclear preventivo contra la Unión Soviética. El transbordador despegaría desde la base de Vandenberg en California y, siguiendo una órbita polar, usaría su capacidad de planeo hipersónico para cambiar el plano orbital, esquivando parcialmente los radares de alerta temprana soviéticos para luego sobrevolar Moscú, donde soltaría un «regalito» en forma de ojivas nucleares.
Los expertos que asesoraban a los militares soviéticos insistían en que este escenario, aunque posible, no tenía sentido estratégico. Pero en el Kremlin no querían arriesgarse. Si la NASA y el Pentágono se estaban gastando miles de millones de dólares para desarrollar una nave espacial tripulada con aplicaciones militares, la Unión Soviética no se iba a quedar atrás. Y, de este modo, a mediados de los años 70 nació el programa MTKS (‘sistema de transporte espacial reutilizable’).
La industria aeroespacial soviética propuso otros diseños más adaptados a las necesidades y la idiosincrasia de la tecnología del país, pero el Kremlin impuso que la réplica del shuttle tenía que ser lo más parecida posible. De hecho, se sopesó construir una copia idéntica —el OS-120— con motores principales situados en el orbitador y aceleradores de combustible sólido. Finalmente se llegó a un compromiso.
El orbitador sería una copia casi idéntica del shuttle, aunque con diferencias de diseño muy significativas. Por ejemplo, por primera vez en una nave espacial se usó un sistema de propulsión de control de posición y orbital a base de queroseno y oxígeno líquido; y la estructura de la nave sería de titanio y no de aluminio. Además llevaría motores a reacción para facilitar la maniobra de aterrizaje y sería capaz de volar automáticamente sin tripulación.
Por otro lado, el Burán sería lanzado por un cohete gigante a cargo de la oficina de diseño TsKBEM de Valentín Glushkó, heredera de la OKB-1 de Serguéi Koroliov. Glushkó, que se oponía vehementemente a la construcción de una copia del shuttleestadounidense, adaptó el proyecto de familia de lanzadores RLA a los requisitos de los militares soviéticos y, de esta forma, el lanzador podría usarse para otros objetivos aparte de lanzar el Burán, como por ejemplo viajar a la Luna y a Marte o lanzar estaciones espaciales gigantes.
Ni que decir tiene, los militares eran partidarios de usarlo para otros menesteres, como poner en órbita estaciones láser de combate Skif. El desarrollo del Energía supuso un esfuerzo descomunal en materia de propulsión para la Unión Soviética. Hubo que crear el motor criogénico RD-0120 de gran potencia para la etapa central y el motor RD-170 para los bloques laterales (el RD-170 y sus derivados siguen siendo hoy en día los motores de combustible líquido más potentes jamás construidos). La creación del escudo térmico del Burán y otros sistemas relacionados no fueron más sencillos.
El Burán usaría en Baikonur las instalaciones del malogrado programa lunar N1-L3, las más grandes de la historia de la cosmonáutica.
En los años 80 ya era evidente que los temores de la cúpula soviética sobre el transbordador estadounidense eran infundados. Como resultado, el programa Energía-Burán se fue retrasando más y más, aunque los encargados decidieron transformarlo en una respuesta a la iniciativa SDI («Star Wars») del Reagan.
Pero entonces vino Gorbachov y su política de deshielo. El proyecto se convirtió entonces en un molesto escollo entre las relaciones entre ambas superpotencias. Además Gorbachov estaba empeñado en reducir el tamaño del complejo militar soviético y el Burán era un programa costoso, aunque no demasiado comparado con otros proyectos militares. Pero era muy llamativo y, por lo tanto, un objetivo fácil. La oficina TsKBEM de Glushkó,, ahora conocida como NPO Energía, a cargo del programa en general y del cohete Energía, así como Gleb Lozino-Lozinsky, de la oficina NPO Mólniya, a cargo del diseño de los orbitadores propiamente dichos, no estaban de acuerdo en la estrategia a seguir para defender el programa. Para Glushkó la prioridad era el lanzador Energía, que era la llave para conquistar el sistema solar.
Obviamente, Lozino-Lozinsky defendía las lanzaderas y deseaba lanzar una misión cuanto antes para demostrar que el proyecto era viable.
En 1988 el programa había sufrido innumerables retrasos y los rumores que venían del Kremlin apuntaban a una cancelación inminente. El programa Burán —«tormenta de nieve» en ruso— incluía la construcción de hasta cinco lanzaderas, pero solo se había bautizado oficialmente una —la primera, la 1K—, que recibió el nombre de Baikal. Los encargados del proyecto decidieron acelerar el calendario y jugársela. Lanzarían la 1K en noviembre de 1988, si el Kremlin no cancelaba el programa antes. La lanzadera 1K Baikal fue rebautizada con el nombre del programa, Burán, para darle mayor visibilidad.
Las condiciones meteorológicas en Baikonur el 15 de noviembre eran claramente adversas, pero la misión ya había sido retrasada varias veces y los encargados decidieron doblar su apuesta. El despegue fue un éxito y el Burán realizó una sola órbita antes de aterrizar automáticamente en el aeropuerto al norte de Baikonur, construido expresamente para el proyecto.
El Burán voló con las puertas de la bahía de carga cerradas porque los radiadores del sistema de refrigeración no estaban listos para esta misión. En el último momento el vuelo casi acaba en desastre cuando el control de la misión pensó en destruir el vehículo al detectar que se desviaba del rumbo previsto, pero la decisión de los ordenadores del orbitador resultó ser la correcta y el Burán aterrizó sin problemas. Todo había salido según lo previsto. Mejor incluso.
El programa Energía-Burán fue el cénit de la tecnología de la cosmonáutica soviética. Muchos analistas occidentales no daban crédito a lo que veían. Después de años de propaganda machacona insistiendo en que la tecnología espacial soviética estaba en el paleolítico con respecto a Europa y Estados Unidos, el vuelo automático del Burán era un incidente increíble. Literalmente: algo así no podía ser posible. Pero la única misión del Burán fue al mismo tiempo el canto del cisne del programa más caro, más complejo y más ambicioso de la historia de la cosmonáutica soviética.
Solo tres años después de su único vuelo el país que lo había creado desapareció. El programa Energía-Burán había superado en costes al enorme y malogrado proyecto lunar N1-L3. Y, sin embargo, a diferencial del N1-L3, su legado prácticamente desapareció por completo años después de la caída de la Unión Soviética, con honrosas excepciones, como el sistema de acoplamiento APAS de la ISS o el cohete Zenit —desarrollado como bloque lateral del Energía— y su potente motor RD-171. El esfuerzo descomunal invertido en el programa se deshizo rápidamente como si fuera un sueño. Ígor Volk y Alexánder Ivanchénkov nunca pilotaron una lanzadera del programa Burán rumbo a casa y el Burán o la lanzadera 2K nunca se acopló con la estación Mir.
Y, por supuesto, nunca vimos una misión tripulada a Marte lanzada mediante el Energía.
En una jugada irónica del destino, la lanzadera Burán original resultó destruida el 12 de mayo de 2002 cuando se colapsó el techo del hangar del edificio MIK-112 donde dormía el sueño de los justos. La única lanzadera casi completa que ha sobrevivido, la 2K, se pudre lentamente en el vecino edificio MZK de Baikonur.
Cada cierto tiempo recibe la visita de youtubers y vándalos —o ambas cosas— que se cuelan en el edificio para grabar el enésimo vídeo sobre «un transbordador espacial soviético abandonado» que será olvidado a los pocos meses. Treinta años después el legado del Burán está disperso en museos de Kazjistán, Rusia y Alemania en forma de tristes restos de un futuro que nunca se hizo realidad. Si hubiese sido un futuro mejor, eso ya es otra historia.
Fuente: El Observatorio Cuyano