Pero lo que hace a este cometa único es que la sonda Epoxi pudo detectar por primera vez una “tempestad de nieve cometaria”. En un principio, los investigadores que componen la misión (entre los que se encuentra el mismísimo descubridor del cometa, el australiano Malcom Hartley) notaron una extraordinaria actividad de chorros de gas (también conocidos por su nombre en inglés, jets) en el núcleo helado del cometa. Los jets son auténticos geysers de dióxido de carbono que escapan por pequeñas hendiduras del núcleo cometario y originan oscilaciones en la rotación y en la órbita del cometa.
Pero lo más extraordinario fue descubrir algo nunca antes visto: el espacio alrededor del núcleo del cometa presentaba un extraño resplandor producido por innumerables trozos de hielo y nieve, algunos más grandes que una pelota de básquet, que no son otra cosa que hielo común, agua congelada. Esas bolas de nieve hubieran representado un auténtico peligro para la sonda espacial si no fuera porque les es imposible alejarse demasiado del núcleo sin ser sublimadas por el calor del Sol, en el momento de mayor acercamiento solo algunas partículas de pocos micrones de tamaño impactaron en la sonda.

FOTO 4: La tormenta de nieve fotografiada por la sonda Epoxi
¿Cómo se originan? Debajo de la corteza del cometa existen depósitos de hielo seco, CO2 en estado sólido. Cuando el calor del Sol los alcanza, el hielo seco se evapora formando un chorro de gas que escapa a grandes velocidades arrastrando consigo las bolas de nieve, conglomerados de granos de hielo, en una nevada “hacia arriba”.

FOTO 5: Representación artística de la superficie del cometa