Amenazas y recortes
En efecto, el trabajo de los De la Fuente es sólo una estimación, como reconocen los propios investigadores en su estudio. Hay dos formas de saber con certeza si esa pila de escombros es un riesgo para la vida terrícola: la cara y la carísima. “El método infalible consiste en diseñar una misión robótica para recoger muestras in situ. Una sonda espacial no tripulada podría aterrizar en 2011 EO40, recoger muestras y mandar los resultados a la Tierra”, sugiere el astrofísico de la Complutense. Es una misión que costaría muchos cientos de millones de euros y varios años de preparación.
Más barato y viable sería la obtención de un espectro del objeto con un telescopio como el GRANTECAN de Canarias. “El análisis del espectro (obtenido en una noche) permitiría por menos de 100.000 euros saber si la composición de la superficie del asteroide es compatible con la de los meteoritos de Chelyabinsk, indicando una posible conexión”, asegura De la Fuente, quien insiste en que si se conocieran mejor las órbitas de estos objetos potencialmente catastróficos se podría calcular su evolución futura y cuantificar con mayor certeza el riesgo de colisión.
“Se necesitan mejores observaciones de estos y otros objetos”, reclama, en un momento en que la participación española en el programa de detección de estos objetos está en entredicho, también por los recortes. Sabemos que meteoritos más pequeños que el ruso caen cada pocas semanas y que en torno a medio millón de asteroides podrían suponer una amenaza futura para nuestro planeta. En ese contexto, la vía más cara sería la de no invertir, la de no investigar como lo hacen Trigo, De la Fuente y Zuluaga y limitarnos a esperar a que el cielo caiga sobre nuestras cabezas.
Fuente: Es Materia